Estracto de la Conferencia del Profesor D. Ramón Gutiérrez López sobre la campaña del Kert

Conferencia del Profesor D. Ramón Gutiérrez sobre la Campaña del Kert. on PhotoPeach

Melilla Espacio y Frontera: sus fortificaciones

Concurso de cartas de amor, relatos cortos y piropos.

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jueves, 21 de enero de 2010

Compañerismo

La sombra cada año visitaba varias ciudades. Allí permanecía aproximadamente diez meses: de septiembre a junio. Ese año estuvo concretamente en cuatro; una de ellas era grande, hermosa, contaba con numerosos habitantes e incluso habían llegado hacía poco algunos extranjeros simpáticos que provenían de otra ciudad algo lejana. La sombra estaba tan orgullosa de ella, que olvidó que al otro lado del río existían otras ciudades. Una de estas tenía muy pocos habitantes, y si bien la visitaba, nunca se percató de cómo eran sus gentes.

Un día, algunas personas de su ciudad “maravillosa”, le dieron una puñalada en el corazón, por la espalda y a traición. Casi desangrada y con mucho dolor, salió rápidamente de allí, cruzó el río, y sin ganas, entró en la ciudad pequeña, descubriendo con asombro cómo le preguntaban por su estado. Intentaron curar sus heridas, mas nadie fue capaz. Así pasó algún tiempo, y la sombra siguió teniendo como protagonista a la “ciudad grande”…

Al poco tiempo volvió a ocurrir lo mismo; en su ciudad favorita la apedrearon sin ella saber por qué. Tras esto, sangrando, y en muy mal estado, volvió a cruzar el río. Ninguna de las personas que halló en su camino captó su mal, sin embargo al llegar a la pequeña ciudad, se preocuparon de nuevo por su situación inmediatamente. Intentaron curarla con medicina de sonrisa, jarabe de tonterías graciosas y comprimidos de 600 gramos de “extraños ruiditos”; mas su cuerpo y sus sentimientos siguieron sangrando.

Situaciones parecidas se produjeron varias veces, hasta que, en una ocasión, todo cambió. Como otras veces, los habitantes de Ceilandia se animaron a curarla, y de pronto, la sombra notó como ya no sangraba ni su cuerpo, ni su alma, ni sus sentimientos…: sus heridas habían cicatrizado y…, estaba sonriendo con ellos. En un instante comenzaron a dibujarse todos los rostros que hasta ahora no existían para ella. Descubrió, poco a poco, que cada habitante tenía algo especial. A medida que pasaba el tiempo adoraba más a esas personas. Fue consciente de que allí nadie la interrumpía cuando quería hablar, nadie la apuñalaba, ni la apedreaba, había mucha educación, y además la hacían sonreír. Fue conociendo mejor esa ciudad olvidada y llegó a quererla, a sentirla como suya…

Sin embargo su felicidad se derrumbó un día, cuando paseando por sus calles, descubrió con horror que cada habitante vivía en un trozo de ciudad, vallado fuertemente, lo que no les permitía relacionarse entre sí. Cada persona se dedicaba a sus cosas y olvidaban al resto. Incluso fue testigo de que si alguien intentaba cruzar ese umbral comenzaban a gritarle. Ahora sabía que era ella la que debía ayudarles y así les devolvería todo lo que hicieron en su momento.

Pasó noches sin dormir, días de nerviosismo, pensando como acabaría con toda esa desunión. Se derrumbó varias veces…pero finalmente comenzó a romper barreras, cada día una pequeña porción…y creyó que lo había conseguido… Nunca olvidaría aquella mañana, en la cual, desde un lugar cercano oyó a alguien decir: “¡Qué envidia! ¡Qué unidos están los habitantes de esa pequeña ciudad! “. Según este comentario, desde fuera se veían lazos de unión…aunque, por desgracia, aún quedaba un vecino que no creía en la fraternidad de su ciudad. La sombra se entristeció mucho y pensó que había fracasado, que tanto esfuerzo no le había servido para nada. Ese día lloró,lloró y lloró por no haber sabido ayudarles. Pasó un tiempo y finalmente se animó a sí misma diciéndose que lo importante era la gran voluntad que había puesto en su acción y eso le había valido la pena.

La sombra jamás olvidaría a esa pequeña ciudad y cierta tarde reunió a todos sus vecinos con un pretexto, solo para transmitirle un mensaje a cada habitante:

- “Gracias por animarme tantas veces, por escucharme sin interrumpir, por no molestarme nunca, por hacerme reír con “vuestras tonterías” y por haberme enseñado, sin saberlo, tantas cosas. Nunca os olvidaré”-
Uno a uno los metió en su “mochila” y cuando por fin se disponía a salir de la ciudad, de alguna manera, no importa cómo, descubrió que había logrado del todo su propósito… Ese día decidió que debía contar su historia a cuantas más personas mejor...Y así fue.
Natividad Arjona Girona.